domingo, 31 de diciembre de 2006

Andahazi, el tranvía Lacroze y "El Conquistador", una novela que antes, fue cuento


Una situación incúspita

Voy a recurrir a un comentario del filósofo Schopenahuer, de quien aclaro que no es santo de mi devoción por sus pensamientos xenófobos y machistas, pero que posee una acidez superlativa en sus comentarios que me gusta. En Paralipomea, (§ 295, p.655) sobre “Las novedades literarias”, dice así:

“Dado que la gente en vez de lo mejor de cada época solo lee lo último, los escritores permanecen sujetos a los estrechos confines de las ideas que circulan en cada momento dado, la época se va hundiendo más y más en la ciénaga de su propia suciedad.”

Si, es fuerte, pero contundente y cierto.

Siempre se halla presente – y eso nadie lo puede negar – la insoportable envidia que genera entre “los escritores” el que un colega gane un premio literario (¿Existen los premios literarios?) o se vea favorecido con la publicación de una obra literaria por una editorial más o menos prestigiosa (¿Existen las editoriales prestigiosas?), por lo tanto, como escritor el hecho de criticar la obra de otro escritor indefectiblemente conlleva implícita la posibilidad de ser tachado de soberbio o envidioso.

Federico Andahazi, que tuvo la fortuna de ser arrollado por un tranvía, el Lacroze, lanzado por la pacata anciana Amalita contra su persona y su primera obra, El Anatomista – una buena y original novela – negándose a entregarle el laurel que le correspondía por haber ganado el primer premio (¿Existen los premios literarios?) de la fundación por ella dirigida.

Entonces, llega una prestigiosa editorial (¿Existen las editoriales prestigiosas?) y rescata a Andahazi como si fuera el “Miriñaque”[1] de un tranvía, – Lacroze por supuesto – evitando así su muerte literaria. Agradecido con la editorial y con su propio ego, Federico comienza como émulo de Pablo Cohelo, a escribir una novela cada uno o dos años, sacrificando literatura por cantidad.

En “El Conquistador”, Andahazi, sin ningún pudor hace exactamente esto, sacrifica literatura por cantidad. Convierte esta obra – la exigencia de escribir una novela por año produce estos fenómenos – en un epítome de Manual Estrada, Cuentos de Mamerto Menapache y Diccionario Historico Mesomexicano con información indiscriminada y decenas de nombres propios en una sola página.

Será útil para Federico Andahazi la lectura pausada de “Cristo de Pie” de Dalmiro Sáenz y Alberto Cormillot. Allí encontrará una interesante propuesta de novela histórica con una teoría original, una trama amena y una investigación no abusiva, discreta.

Y es así como uno se sorprende y observa a la Señora Gigliola, o Canela si gusta más, alabando independientemente la “originalidad” de la situación del Conquistador “descubriendo” Europa por allá, en el siglo XV, o la propia editorial con la propaganda radial o televisiva promocionando la novela y esa precisa “originalidad”.

Y me sorprendo a mi mismo.

Me sorprendo con la “originalidad” del tema de la novela. Tanto me sorprendo que me descubro a mí mismo en un cuento publicado en La Maga Extra en al año ‘95, la mítica revista dirigida en aquél entonces por el querido Carlitos Ulanovsky, Carlos Ares, Juan José Panno y Carlos Ferreira.

Se llamó: “La Conquista”. Quien quiera leerlo lo encontrará en este mismo sitio. Es cortito, no se asuste.

Es bueno pensar que una idea puede prosperar en la obra de otros. Borges lo repensaba a Macedonio. Eco a Borges. Cortázar a Artl. Para eso leemos.

Para eso escribimos.

[1] Jóvenes; consultarle a los que alguna vez tuvieron la fortuna de viajar en los gloriosos tranvías que cosa era el “Miriñaque”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En efecto, algunas obras preparan a otras. Incluso a algunos cuentos publicados en "La Maga". Véase, por ejemplo:
http://www.uoc.edu/lletra/exili/esp/obres/paraulesdopoton/index.html
Curioso, ¿no? Aztecas que llegan a Galicia. Vaya coincidencia...
¿Algún envidiólogo en línea?

Fernando Barranco dijo...

Vamos... que a Avel·lí Artís-Gener no lo tenía registrado. Es que leo muy poco en catalán.
No se trata de envidias - o sí - sino más bien de oportunidades.
Hay varios envideólogos por allí,es cierto, pero es mejor no ser necio, es justo reconocer que a Avel·lí Artís-Gener no lo conocía ni a su "Palabras de Opoton el Viejo". (1968). Tómese como pecado.
Vamos ahora a Schopenhauer que dice en Peralipomea sobre el Anonimato Literario: "Igual que la policía no permite a nadie ir enmascarado por la calle, no debería tolerar ninguna publicación anónima". Anonimato, tu nombre de pila ¿es Federico?
Salute
Marcelo Tozzini