lunes, 13 de julio de 2009

La conquista, leída por Albino Gómez



Este es mi cuento llamado "La conquista", el mismo que fuera publicado en la Revista La Maga Extra en 1995. El verlo publicado en letras de molde es todo un sentimiento, sentimiento que se renueva al escucharlo leído por Albino Gómez, en su programa "El taller de las palabras" que conducía junto a Clara Roca por Radio Nacional.

ALBINO GóMEZ es embajador, escritor, periodista y diplomático. Amigo de Astor Piazzola, hombre de mundo y un tipo muy cálido. Gracias por su lectura.

viernes, 1 de mayo de 2009

De como Sartre nos explica a los argentinos...


Si, es cierto: Sartre nos explica a los argentinos aquello que aún nos negamos neciamente a comprender y asumir. De como tuvimos la oportunidad de emprender el Juicio a las Juntas Militares sin caer en la trampa del vencedor omnipotente, y de como afrontar nuestra responsabilidad ciudadana  sin caer en la estupidez.

De como Sartre nos explica lo que los argentinos nos negamos a aceptar

martes, 21 de abril de 2009

En el Hombre hay costumbres tan antiguas como... el Hombre-

Homo mercator nunquam aut vix potest Deo pacere.

El mercader no puede complacer a Dios... o muy difícilmente.
Adición al Decreto Graciano, derecho canónico del siglo XII.



HAZTE RICO HONRADAMENTE SINO... HAZTE RICO.


Cristo levito con la cruz. La clepsidra también. También levito el tintero, la copa con vino, derramando la futura sangre de Aquél sobre los escritos, que también levitaron. Levito la Biblia, el candil, el perol y la manzana mordida. Levito todo aquello en una eternidad, que  tan sólo un instante duró. Un fenomenal y feroz puño, que describiendo una parábola geométrica se descargó brutal, tronante, potente sobre la gruesa tabla de la mesa, poblada por un universo acotado levitando al unísono de todos los objetos que allí moraban.

Este cuento completo será publicado en breve en edición impresa en la antología "De animosos y desanimados"

viernes, 17 de abril de 2009

De a poco, Descartes nos mata


¿Qué es la cultura popular?. ¿Creación espontanea del pueblo, su 
memoria convertida en mercancía o el espectáculo exótico de 

un atraso que la industria va reduciendo en curiosidad para turistas?.



Néstor García Canclini
"Las culturas populares en el capitalismo"
México (1982).

LA FICCIÓN DE LA COSTUMBRE

Repentinamente descubrió lo heterogéneo de las gentes, las situaciones y los escenarios del edificio, al que hacía ya dos horas había entrado, para continuar con su trámite del cambio de domicilio. Todo ese tiempo permaneció sentado en esa fila de sillas plásticas, duras, con la forma del culo pero que, por lo incomodas, perturbaban la espera con el ensayo de mil posiciones, acomodando el cuerpo para que el trasero, la espalda o los muslos no entrarán en un colapso de hormigueos y sutiles dolores indecifrables.

Con su carpeta de papeles ordenados según lo requerido, esperaba, consecuentemente con lo que le habían indicado al entrar. Pasó la puerta giratoria, un trompo que chupaba y escupía personas con constancia y celeridad 
– Séptimo, pasillo derecha, oficina diez bis – le indicó una chica joven con futuro de empleada pública, después de haber cumplido una rigurosa fila de diez minutos para llegar al objetivo. Obvio que la muchacha del mostrador no atendía sola, pero sus compañeros sostenían en un rincón del mostrador una animada charla mezcla de fútbol, marca de corpiños, programas televisivos y amores de la noche anterior. Por supuesto nadie protestó. Repitió una nueva fila de espera en los ascensores. Pares. Impares. Del tercer subsuelo al cuarto piso. Cuarto al octavo. Para en todos. No para en ninguno. No funciona. Las campanillas con los indicadores verde arriba y rojo abajo desorientaban a los usuarios haciendo que las filas se armaran y desarmaran tras comicas corridas hacia las puertas. Algunos lograban su objetivo otros trataban de reordenarse en las filas que habían abandonado.

Este cuento será publicado en breve en edición impresa en la antología "De animosos y desanimados"

Ciego a las culpas, el destino puede ser despiadado con las mínimas distracciones. J.L.B.


“El único placer de la vida en Ginebra es que allá cada cual puede morir
 como se le dé la gana. Hay mucha gente que ni siquiera llama al cura” 

Voltaire

EL GENIO Y LA MENTIRA
Me estaba mintiendo. Seguramente me estaba mintiendo. Pero yo en ese momento – y quizás nunca lo sabría – no estaba seguro, y además me daba lo mismo.

- En el libro del lingüista alemán Hans Biermann sobre los famosos manuscritos del Romanzo di Lucca de Pietro dell´Africa, está, muy sinuoso, pero está. Pietro dell´Africa, que su nombre real era Al-e-Mozaffar, ni siquiera era africano. Había nacido en Yazd, la llamada Perla del Desierto, en lo que hoy es Irán. El nombre cristiano se lo había puesto en bautismo forzado el obispo de Pisa, que era su protector.

Mientras me hablaba, con su voz aturdida por las ideas en un quasi tartamudeo estudiado y en una aparente desarmonía con el fluir su escritura, jugueteaba con sus manos grandes y temblorosas, de piel muy blanca, y llenas de esas pecas que la edad unge, en la lisura curvada por el constante manoseo de su bastón de caña.

- ¿Qué hora es? – me preguntó, inclinando su cabezota hacia mí mirándome sin poder mirarme.

- Las tres – dije mientras el carillón del reloj de La Torre de Los Ingleses me daba la razón.

Este cuento completo será publicado en breve en edición impresa en la antología "De animosos y desanimados"

La isla pintada... ¡Hay Don Cristoforo Colombo!


Pues si eres mi hijo Ulises que ha vuelto, muéstrame 
alguna señal evidente para que me convenza.

Laertes a Ulises.
HOMERO. LA ODISEA.



LA ISLA PINTADA
VIERNES, 15 DE MARZO.

Ayer, después del sol puesto, navegó a su camino hasta el día con poco viento y al salir del sol se halló sobre Saltes, y a hora de medio día, con la marea del montante, entró por la barra de Saltes hasta dentro del puerto de donde había partido a tres de agosto del año pasado.

Si acordarme yo, Alfonso de Botilla, hoy viejo y achacoso, costarme poco puede, de aquella maldita isla pintada, menos le costara al Almirante, si vive, recordarla, a mal de sus pesares y de quererla borrar de su cabeza. Dura, a fe mía. ¡Sin mujeres! fue la orden con la que partimos aquel bendito tres de agosto de mil cuatrocientos noventa y dos, viernes, a las ocho de mañana, con fuerte virazón rumbo de Canarias, del sudueste y sur, y cuarta sudueste, de la misma barra de Saltes, la mismísima en la que, viernes también, después de ocho meses llegáramos, si no fuera por la confusión, que días nos retrasara, a causa de la isla pintada.
Y así dice él que acaba ahora esta escritura, salvo que estaba el propósito de ir a Barcelona por la mar, en la cual ciudad le daban nuevas que sus Altezas estaban, y esto para les hacer relación de todo su viaje que Nuestro Señor le había dejado hacer y le quiso alumbrar en él.
Este cuento completo será publicado en breve en edición impresa en la antología "De animosos y desanimados"

jueves, 16 de abril de 2009

Quizás este cuento me ayudó a resolver mi propio '76, que fue duro, pero no tan duro como para 30.000, que no solo son un número. Recuerden.



La teología me divierte: la locura del
espíritu humano se muestra allí en toda su plenitud.

Voltaire


YO LOS VI

Trataba de correr para no mojarme pero las lagunas rectangulares de la desidia municipal, las putas baldosas flojas y las que ya no estaban me obligaban a una carrera poco ordenada y nada ortodoxa – sobre todo para aquel que quiere pasar desapercibido –. Estaba muy oscuro para la hora, la hora en que el sol comienza su mítica cópula con la luna. Miré hacía arriba intentando ver pornografía astronómica y lo único que vi fueron hojas de árboles batiéndose espantadas por la presencia de un viento irregular y desordenado. Por supuesto, correr sin mirar la vereda provocó que mis pies mal calzados para la tormenta aumentaran sus desaciertos sin evitar que el agua de abajo me atacara. Los árboles intentaban quizás sacudirse el agua con movimientos violentos y convulsivos. Esta agua ya usada se sumaba al agua caída desde arriba, bien arriba – pero de muy arriba –, la lluvia verdadera, asociándose para caer ambas sobre mis ropas, como esquirlas de nubes.

Todo brillaba en reflejos mínimos como brilla el 
estrass. Los focos, sacudidos también por el viento intentaban que sus luces iluminaran la calle. Pobres y miserables artefactos. Que poca cosa fueran ante las luces de los relámpagos que azulaban espasmódicamente toda la escenografía.

Repentinamente me encontré delante de ella. Quizás fuera como me la describieran, pero, y de eso ahora estoy seguro, la puerta – ante la que me encontraba parado, mirándola, como un idiota – podría haberla encontrado aunque no hubiera tenido la menor seña o indicación de ella.
Este cuento completo será publicado en breve en edición impresa en la antología "De animosos y desanimados"